miércoles, 16 de diciembre de 2009

Y el barrio y la sangre sobrevivieron

Millones de voces transitan diariamente el aire que respiramos. Millones de voces se cuelan por nuestros oídos e interfieren nuestros pensamientos. En eras de la comunicación este es uno de los ejes temáticos de Calláte, quinta novela de Dafne Mociulsky, poeta y narradora del bonaerense barrio de Palomar, que la ve transitar diariamente sus calles, plazas y líneas de colectivo, donde intercambia sus palabras transidas de poesía por otro tipo de energías, sustento para su vida. Económico pero también poético, porque es en este diario trajinar, en este diario hablar con tanta gente escuchar tantas historias de donde surgen los libros de Dafne Mociulsky (cuatro novelas, una nouvelle y muchos cuentos y poesías editados por diferentes editoriales independientes (El Asunto, En el Aura del Sauce) y la suya propia, la artesanal Duniashka). Es sobre ellas y para ellas que Dafne escribe, las personas que viajan todos los días en colectivo, no para los catedráticos, ni los que sólo comprarían un libro si tiene portada full color de tapa dura y se exhibe en un escaparate de la librería Jeny con un bonito cartel que dice $60 y una reseña firmada por un best seller. Dafne es uno de esos raros casos de escritora que se ha hecho realmente desde abajo (como lo fue Roberto Arlt, como lo está siendo Guillermo de Posfay) y que está trascendiendo la barrera por su propia fuerza.
Calláte cuenta la historia de la “mujer”, simple, común, lo suficientemente simple y común como para no merecer nombre, que todos los días se entretiene en el viaje en colectivo de su casa al trabajo escuchando las miles de conversaciones (la mitad de ellas a través de celulares) que allí se suceden y anotando aquellas frases en las que le parece encontrar algún resabio poético, en un interminable e innovador trabajo literario que es en parte la prosa de este libro. Y con la mujer cuenta la historia de su familia, mujer anónima y familia tipo… parece, al principio.
Pero nada es tipo ya, nada es común, nada es tan simple, si se tiene una mirada lo suficientemente profunda. Quizás nunca lo fue. Dafne aborda la vida de estos personajes terrenales, con trabajos mediocres y aspiraciones sencillas o vulgares, para mostrar la complejidad de sus (en muchos casos dobles) vidas, el marido y sus múltiples amantes, el hijo y su hemofilia que le cierra puertas, y su bisexualidad que a veces también (aunque le abre otras) la hija policía con su uniforme que le impide ser enteramente mujer. La mujer sin nombre (en un ochenta por ciento del libro) que es también una artista anónima, una recolectora de poesía, una poeta de la intertextualidad. Calláte es un viaje al interior de estos personajes por los que la narración va entrando y saliendo, para entrar y salir en otros, la familia pero también las amigas de la mujer, los amigos de Nachito (el hijo), el dealer del barrio, recorriéndolos en sus pasatiempos secretos, desnudándolos en sus detalles más patéticos pero también en sus actos más heroicos y tiernos. Todo contado desde un lugar sumamente humorístico, transido de anécdotas que develan, en tiempos de tanta comunicación tecnológica y virtual, la imposibilidad de la comunicación real —una pareja de adolescentes lesbianas que se enamoran, se emparejan y se separan por chat (una de ellas vive en Mar del Plata) “se enganchó con una flaca que vive a la vuelta de su casa, yo no puedo competir con eso” se queja Evelyn— o generan otras, pasajeras, livianas —un adivino que publica mal su número de celular, proporcionándole a Alber un divertido entretenimiento en sus días de reposo médico, y la posibilidad de conseguir una nueva amante—.
Cuatro personajes tan disímiles como los de esta familia (basta verlos a cada uno en relación a otro de los temas fundamentales del libro, la sexualidad, que el libro explora en sus más diversas variantes, de la libertad absoluta de Nachito a la casi castidad de Lorena que no sabe ni masturbarse) pero que extrañamente conviven y se llevan bien. Personajes vulgares pero que mantienen viva una llama dentro suyo, que disfrutan de sus vidas, que eligen, desde el personaje más libre, Nachito, de diecisiete años que “contra todo pronóstico —padece de hemofilia— es feliz”, pasando por la pareja central que no duda en pedirle a sus hijos que se queden a dormir en otro lado para poder disfrutar toda una noche el departamento ellos sólos, hasta el personaje menos libre, Lorena, que tampoco duda demasiado en dejar libre a un carterista que la termina seduciendo, personajes que se revelan contra lo que la sociedad parece querer imponerles, como todas esas voces dispersas en el colectivo que al principio la mujer recoge con deleite y que ya al final terminan transformándose en un estorbo, que no deja que los pensamientos de la mujer fluyan libremente, perturbando sus emociones y dando título a esta novela, porque es entonces cuando la mujer se revela y se revela de ella lo que permanecía oculto y se revela así pues también la autora de esta historia,—que abruptamente interrumpe la narración en tercera persona omnisciente del relato, para dar por ejemplo… una opinión—. Y así en el mismo acto de mostrarse Dafne decide mostrarla a ella, la protagonista de este magnífico libro, brindarle un nombre, darle propiedad, en su plenitud de mujer, de ser humano, que toma decisiones y se juega por su familia.
Y así es que finalmente no logra la complejidad comunicacional de estos tiempos modernos, imponerse a la fuerte unión de la sangre y el barrio, y a esta escritora visceral que desde la pandilla de escritores ambulantes Coctel Molotov queremos recomendar, y Calláte.

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